domingo, 21 de febrero de 2010

BAILE DE MÁSCARAS










Ahí van las damas y los caballeros, ambos engalanados, ambos enmascarados. No se sabe quien es quien, solo quien es hombre o quien mujer.
En el salón se mezclan los colores de los ropajes, algunos son de tonalidades más fuertes y otros, de tonos más suaves. La fiesta es una mezcla de máscaras, todas diferentes, ninguna a otra asemejada. En la enorme cámara engalanada se oye el ruidoso eco de las risas de las damas, de las voces de los caballeros, mezclados con la melodía de la orquesta, también engalanada, pues nada de simples bufones, trovadores o juglares, eso es para plebeyos, para pobres. En esta elegante y misteriosa fiesta, no hay lugar para ellos, pues ni siquiera los criados visten harapos, mas llevan elegantes ropajes, portan tentempiés y el vino que no falte, tinto, rojo como la sangre, mas no nos sirvan cerveza, tan simple, tan vulgar, tan poco refinada, pues no somos campesinos que a una taberna a emborracharse van. Nosotros barones y baronesas, duques y duquesas, condes y condesas, e incluso entre nosotros se hallan el rey y la reina.
Fuera del elegante y suntuoso palacio, esperan, con paciencia infinita, tanto a condes como a condesas, a duques o duquesas, barones o baronesas, y no menos elegantes, entre la niebla de las misteriosas callejuelas londinesas, los carruajes, tirados por fuertes y engalanados caballos, que nos alejarán del palacio, de las risas de las damas, de las voces de los señores, de la música de la suntuosa orquesta, del exquisito vino, de la primorosa comida, de las hermosas máscaras que no nos revelarán los rostros que ocultaron, nos retomarán a la realidad, a la rutina, nos despertarán del mágico hechizo que el baile nos ha producido.

AUTORA: Lucía Zoe García Belda